miércoles, 6 de noviembre de 2013

Las Mejores Leyendas de Honduras









El duende del Nanzal



Por: Hector A. Castillo.
Muchos, igual que yo, juran haberlo visto: un hombrecito, orejón y barrigón que lleva la cabeza siempre cubierta por un gran sombrero aludo mucho más grande que él en circunferencia. Tenia su residencia en una cueva en las profundidades de una enorme roca en una de las lomas del cerro Capiro, en las orillas de Trujillo. Por eso los trujillanos, con razón, han bautizado aquel peñasco como La Piedra del Duende. Unos compañeros de escuela atestiguaban su existencia y temerosos del que se suponía un ser infernal, se mantenian alejados de los árboles de nance cercanos a la roca, de lo que para nosotros los adolescentes, era una fruta codiciada: los nances. Lo extraño es que a pesar de que corrían de boca en boca, tantos rumores de las apariciones del duende aquel, entre estos no había tan solo uno que dijera que el gnomo le había causado daño a nadie. La gente decía que era porque aquel era un gnomo bueno; si hubiera sido de los malos, decían los trujillanos, se habrían dado cuenta hace mucho tiempo porque, simplemente, tuvieran que haber sufrido la desaparición misteriosa de algunos de sus niños. Los duendes y los gitanos, según la leyenda, tienen predilección por los niños. Recuerdo las muchas veces que mi madre usando el pretexto del duende, logró hacernos desistir, a mi hermano y a mi, de que nos fuéramos a vagar a buscar nances a los potreros de la Piedra del Duende. Temerosos de ser secuestrados por vagos y desobedientes, por este, nos autoconfinabamos a las inmediaciones de nuestro hogar en donde le gustaba a mi preocupada madre tenernos. Con la imagen del duende en mi mente, le había cogido terror a Paco, un enano que vivía en el barrio de Rio Negro. Cuando iba a ese barrio a visitar a mi tía Aurora, solía deslizarme a la casa vecina de Manuel Zepeda, a deleitarme con los ensayos de la marimba titulada Azul y Blanco, de la que era aquel su dueño y director. Completamente absorto en la actividad de los músicos ejecutando sus instrumentos, no me daba cuenta cuando Paco, que aparecía de a saber donde, conciente de que me mantenia aterrorizado, se venia por detrás de mi y acompañando con un estridente ruido que hacia al tronar la lengua con el cielo de la boca, me daba con los dedos indices, un hurgón simultáneo en los costados. Aquello bastaba para que saliera yo en desbandada, llevandome de encuentro todo lo que habia por delante. Estando tan joven, no estaba seguro de si era odio o temor, o ambos lo que le tenia a aquel infeliz enano; el caso es que lo detestaba porque veía en él un duende malo; asociaba yo a Paco con y muchas veces sospeché que era él, el duende de la piedra. En aquellos días de mi niñez inquieta, lejos estaba yo de sospechar que muy luego me tocaría mi turno de encontrarme con el famoso duende de la piedra. Aquel día un grupo de compañeros, desafiantes habíamos decidido ir a recoger nances a la salida de la escuela, en los terrenos de la Piedra del Duende. Por una extraña coincidencia, era en esa zona en donde estaban los árboles de los nances más grandes y más dulces. Sacandolos del bolsón con que acostumbrábamos asistir a clases, nos metíamos los cuadernos y los libros entre la faja del pantalón y la barriga, para así poder usar los bolsones para los nances que eran el objetivo de nuestras travesuras. Siendo la hora como las cuatro de la tarde, estaba en su comienzo el acostumbrado coqueteo vespertino de los colores del crepúsculo tropical, con las ramas de los árboles que anticipando el misterio de la oscuridad que se aproxima- ba, parecian adelantarse a tomar formas caprichosas. Con la noche avanzando a pasos agigantados, teníamos que apurarnos para que no nos fuera esta a sorprender, y para evitar tener que contrastar con las horas del duende. Según los rumores, las horas preferidas de este eran la caída de la tarde, al anochecer. Estaba en medio de lo que, para nosotros los muchachos, era parte de la rutina nancera, que consistía en encaramarnos a los árboles para sacudir las ramas, cuando de repente desgarró el tímpano de mis oídos, un silbido espantoso. Un aterrador silbido que no podía proceder de ningún otro lugar más que de los labios del infernal duende. Se decía que los inconfundibles sonidos del duende eran su estruendoso silbido, acom pañado del monótono diptongo que los campesinos usan para arrear ganado. Desde la ventajosa posición que me ofrecía la altura de la rama en que me encontraba, podía mi vista abarcar más espacio que mis compañeros que estaban abajo recogiendo los nances. Recuerdo que al segundo silbido, volví mis aterrados ojos hacia la dirección desde donde este procedía, y fue entonces cuando lo vi. ¡Allí estaba! ¡Alli estaba el mismito duende! Venia trepando la loma dirigiendose a donde estábamos nosotros. Lo primero y lo último que le vi, fue el gran sombrero. Sin darme cuenta, me aventé de la rama aquella y hasta el día de hoy no me he podido explicar, como fue que no me reventé la vida. Emprendí una carrera desesperada dejando a mis compañeros atrás. Al oirme gritar: ¡el duende!, todos se espantaron y comenzaron a seguirme en mi desenfrenada carrera. Recuerdo que en el camino quedaba una cerca de alambre de peligrosas púas, que hasta el día de hoy, no me puedo imaginar ni como ni cuando la crucé. Fue aquella la última vez que fui a buscar nances a los terrenos de La Piedra del Duende. Jamás volví por aquellos lados. Para mi los nances de aquel maldito lugar habian quedado vedados de por vida.







La Siguanaba






La Siguanaba, llamada comúnmente La Siguanaba. La leyenda de la Sihuanaba dice que una mujer, originalmente llamada Sihuehuet (Mujer Hermosa), tenia un romance con el hijo del dios Tlaloc, del cual resulto embarazada.Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante.Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba ocurriendo él maldijo a Ahuehuete. Ahora se llamará Sihuanaba (Mujer Horrible), ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en un aborrecimiento horrible.La forzaron a vagar por el campo, apareciendosele a los hombres que viajan solos por la noche.Dicen que es vista por la noche en los ríos de El Salvador, lavando ropa y siempre busca a su hijo, el Cipitio al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc como su sufrimiento.Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los don juanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua en altas horas de la noche.La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganando.Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios.Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco.Otras versiones dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica.



Historia de La Llorona


La Llorona


Uno de los cuentos y leyendas de Honduras más famosos es sin lugar a dudas la leyenda de “La Llorona”, son varias versiones de ésta historia las que se conocen en el país, aunque muchas veces la leyenda de la Llorona es confundida con la leyenda de La Sucia, cuando en realidad son dos seres totalmente diferentes.


La Llorona tiene la apariencia escalofriante de una mujer vestida de blanco, alta, delgada, de rostro calavérico y larga cabellera negra que suele asustar a las personas en los rios, quebradas y caminos solitarios, a los que casi vuelve locos con sus grandes carcajadas que en poco tiempo cambia por llanto desconsolado y gritos aterradores que repite por todo el camino ¿Donde estan mis hijos?

Algunos cuentan que la Llorona era una mujer común y corriente que vivia sola con sus tres hijos, porque su marido que era un borracho que los golpeaba los había abandonado. Pero un día que ellos no lo esperan el hombre decidió regresar a la casa.

Muy molesto porque nadie salió a recibirlo comenzó a gritar y a tirar todo lo que tuvo al alcance de sus manos causando un inmenso pánico en los niños quienes corrieron a esconderse. Ella, que no quería seguir siendo maltratada y para proteger a sus hijos se enfrentó a su marido, quién en un arrebato de cólera la empujó y ella cayó al suelo inconsiente.

Cuando despertó en la casa no estaban ni su marido ni sus hijos. Buscó desesperada por todos los rincones pero no los encontró y asi pasó buscandolos por días, semanas, meses, y años, siempre se le veía correr bajo la lluvia, buscando a sus hijos llorando y gritando sus nombres por todos lados.

Toda su vida los buscó pero nunca los encontró hasta que un dia murió de tristeza y aún después de su muerte nunca se supo nada de los niños ni del padre que se los llevó. Es por eso que se dice que el espíritu de ésa mujer es el que vaga por todos los rincones y no descansa en paz porque todavía anda buscando sus hijos. Por eso se le llama La Llorona porque en las noches se le escucha reir, llorar y gritar desesperadamente ¿Donde estan mis hijos?

Otras personas creen que La Llorona era una linda jóven que siendo soltera salió embarazada y por su condición decidió no tener a su hijo y abortó. Pero al poco tiempo de haber abortado la mujer como si fuera un castigo de Dios comenzó a escuchar permanentemente el llanto de su hijo, el llanto de aquel niño que ella siempre escuchaba la volvió loca y comenzó a vagar por las calles queriendo encontrar paz pero nunca pudo dejar de escuchar a su hijo llorar por eso ahora ella vaga llorando y gritando por su hijo.




Leyenda el Sisimite

El Sisimite

Según narra la leyenda, El Sisimite, también conocido como Itacayo es un monstruo muy parecido al temible Pie Grande de Los Estados Unidos, y al Yeti del Tibet tanto en apariencia como en sus misteriosos avistamientos.

El Sisimite es una especie de mono, o monstruo, de largo pelaje, gran altura y mucha fuerza que habita en las cuevas que están en lo profundo e inaccesible del bosque, se alimenta de frutas y vaga libremente por las montañas más altas.

Se dice que los Sisimites bajaban de las montañas a lugares mas transitados del bosque en busca de mujeres, a las que secuestraban y se las llevaban a sus cuevas, naciendo de esta unión una especie de hombres mono.

Muchos pobladores aún comentan con admiración la asombrosa historia de una mujer que logró escapar de la cueva donde la tenía secuestrada el Sisimite, se dice que el monstruo al darse cuenta del escape persiguió a la mujer con los tres hijos de ámbos pero ella no se detuvo y cruzó el rio, del otro lado se detuvo un instante y vió como el Sisimite enojado porque no regreso tiró los niños al rio y se ahogaron.

Al Sisimite se le asocia al Dios Chac de la Cultura Maya y los pobladores aseguraban que en el interior de las cuevas estan grabadas las manos y huellas que dejaron los sisimites.





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